Pedro Domingo Murillo. - Archivo Los Tiempos |
Pero fue después del cerco a la ciudad, liderado por el caudillo Túpac Katari, que los paceños recién empezaron a cultivar las semillas de la emancipación. Así, los patricios unieron fuerzas con mestizos e indígenas para organizar el levantamiento del 16 de julio.
A fines de mayo, los ibéricos se organizaron en juntas provinciales para resistir al invasor francés, logrando que para septiembre del mismo año, una Junta Central invocara el nombre del Rey y solicitara la unidad de España con los dominios americanos.
Para el Nuevo Mundo estos hechos eran una clara señal de la crisis de legitimidad política y de poder que atravesaban los españoles en las colonias. Y fueron los criollos, la clase que pugnaba para tomar el poder político de la región, los que tomaron el control de los acontecimientos.
El 25 de mayo de 1809 se dio el primer paso, con un acto de profundo contenido político que la historia recuerda como el Primer Grito Libertario, en Chuquisaca, donde los insurgentes lograron deponer al Presidente de la Audiencia de Charcas.
El 22 de julio se le ordenó al mestizo Pedro Domingo Murillo que desempeñe el cargo de Coronel Comandante de la ciudad. Las reuniones lograron crear un gran tumulto que incluyó en sus filas no sólo a criollos, sino a mestizos e indígenas que se unieron como fuerza de choque en la movilización.
A raíz de la creación de la Junta Tuitiva, circularon varias proclamas: mientras una aclaraba la lealtad de Murillo al movimiento, otra explicaba a los potosinos los motivos que impulsaron a las acciones del 16 de julio. El 27 de julio, la Junta lanzó la proclama más conocida que en su texto declaraba la independencia de las colonias, siendo enviada a las principales ciudades en espera de su pronunciamiento.
Ante el peligro de la aproximación de tropas realistas al mando de Goyeneche, los revolucionarios se alistaron para la defensa marchando hasta Chacaltaya en espera del enemigo. Mientras eso sucedía, se produjo una contrarrevolución encabezada por Pedro Indaburo, quien apresó a Murillo acusándolo de traición. Calmados los ánimos, Indaburo fue ajusticiado por Antonio de Castro.
Poco después, llegaron las fuerzas de Goyeneche a la ciudad, lo que obligó a los patriotas al repliegue de sus fuerzas hasta los Yungas, donde entre octubre y noviembre de 1809 fueron derrotados en los combates de Irupana y Chicaloma. Murillo consiguió huir, pero fue apresado los primeros días de diciembre en Zongo. Así, los cabecillas restantes cayeron.
El 29 de enero de 1810 se cumplió la sentencia de muerte para nueve protomártires de la independencia: Juan Antonio Figueroa, Basilio Catacora, Apolinar Jaén, Buenaventura Bueno, Juan Bautista Sagárnaga, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Gregorio García Lanza y Pedro Domingo Murillo, quien pasó a la historia como autor de la célebre frase: "La tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar."
Poco después, llegaron las fuerzas de Goyeneche a la ciudad, lo que obligó a los patriotas al repliegue de sus fuerzas hasta los Yungas, donde entre octubre y noviembre de 1809 fueron derrotados en los combates de Irupana y Chicaloma. Murillo consiguió huir, pero fue apresado los primeros días de diciembre en Zongo. Así, los cabecillas restantes cayeron.
El 29 de enero de 1810 se cumplió la sentencia de muerte para nueve protomártires de la independencia: Juan Antonio Figueroa, Basilio Catacora, Apolinar Jaén, Buenaventura Bueno, Juan Bautista Sagárnaga, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Gregorio García Lanza y Pedro Domingo Murillo, quien pasó a la historia como autor de la célebre frase: "La tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar."
Los Tiempos